Correo de Náufragos



Ibáñez, D - La Noche no es Virtual




Hoy regreso al inicio de todo,
desde la distancia del naufragio,
para pisar sobre los pasos perdidos,
en la larga noche virtual,
en tiempo de derribos,
un tiempo de olvidos.

Adorable desconocida,
callo tu nombre
con el propósito de lograr olvidarlo algún día,
oigo tu respiración en la noche,
y quiero creer que el gesto de noescribir
tu nombre me salvará de los insomnios
abarrotados de risas
y hoteles con bañeras nunca compartidas,

que me salvará
de aquellos paseos cogidos de la mano
y de los cafés compartidos sin prisa
en tantos bares desterrados al olvido,
antes de estas lágrimas de hoy mismo,
y, sin embargo, no olvido que estoy esperando,
a la salida del alba,
esta noche de recuerdos,
un milagro:
que me abraces y besarte
fuera del tiempo letal que nos amordaza,
para caminar de nuevo por la rambla sin prisas,
porque la memoria hoy llama a la magia de aquel otro paseo
por la orilla del río en Salamanca, supongo,
bajo el ala de aquel abanico de sol y lluvia que fue arco iris
y relámpago.

Debo creer que todo fue una confusión de hemisferios
y que Montevideo, Salamanca, Arriondas u Oviedo
sobrevivirán –a pesar de tu oculto nombre– en la memoria
como ciudades en las que alguna vez nos amamos
con la rabia de sabernos frágiles y efímeros,
y si fue en Salamanca o en Llanes, no recuerdo,
que caminamos
hasta un restaurante pequeño y te hablé
–a ti y no a otra–
de mis cosas sin importancia
y te reíste de un par de ocurrencias,
difusas con el paso del tiempo.

Quiero pensar, adorable desconocida, que un día desembarcarás
desde cualquier ciudad virtual con la misma mirada
y la sonrisa que tanto amé,
para bañarnos desnudos bajo una luna de cristal
en la noche cautiva,
y sé que, aunque quisiera,
no podré dejar de pensar otra vez en tu pelo recogido detrás de la nuca,
en tus pasos sigilosos acercándose en la penumbra,
como en el ayer, cuando tu cuerpo manso quiso entregarse
como si fuera la primera noche de todas
y lloraste un orgasmo lento, triste y dulce,
mientras contemplaba absorto tu boca abierta
como si te faltara el aire,
mientras en tu garganta se alzaba un estruendo de pájaros.

Debo admitir que, después de tus ojos,
lo que más amo de ti es tu nombre, desconocida,
para atravesar el espejo del olvido de tantos lugares comunes
compartidos: cuántas calles, ciudades, hoteles, bares, poemas,
puertos, aeropuertos, risas y noches discursivas sin luna
que me persiguen hasta los rincones más oscuros
e insisten en devolverme su letal veneno cotidiano.

Debes saber con certeza
que es a ti –aquella mujer sin miedo
que voló tan lejos de su casa–
a quien le escribo estas palabras
y no importa ya que esa otra
desconocida, más fría o más desmemoriada,
esté a estas horas, frente al mar, en la noche virtual
o bajo la inveterada lluvia de otoño, leyendo estas palabras
como si otro las hubiera escrito
y como si no hubiera sido ella quien me abrazó aquella noche
de viento, frío y tormenta frente al mar antiguo,
cuando la besé en la boca sorprendida
y enmudecieron las olas.

Reconozco que es un juego absurdo
soñar esta noche perdida
que nos bañamos desnudos
en este Océano virtual
para rescatar lo mejor de nosotros mismos
y luego querer olvidar tu nombre, desconocida,
–¿es posible olvidar?–
para enterrar esa palabra en el fondo de la memoria,
en el desván de las palabras perdidas,
y con las palabras tus ojos tristes
y la conmoción de tus labios aún húmedos,
porque sé que una de estas noches llegarás inoportuna a mi insomnio
y abrirás de nuevo el tormento que nunca cicatriza

Aún tenemos pendiente una herida de plenilunio...

Debo esperar tu voz entrecortada y aguardar el instante preciso
en que tu mano trace el gesto del adiós,
para no morir al verte partir como te vi aquella noche en que zarpaste con tu lluvia
desde el silencio de la pantalla en blanco
de la computadora,
para no verte padecer otras tantas lluvias definitivas,
porque esperé durante meses el retorno
y aquella ausencia fue un martirio abierto en mi carne.

Quisiera equivocarme y creer que atracarás en mi insomnio perenne,
desconocida, como en un puerto,
tu lamento tristísimo
y soñar un ultimo reencuentro
en ese territorio fuera de los mapas,
olvidado en los rumbos imposibles de trazar
con el compás en las cartas virtuales,
para alcanzar las rutas envenenadas
donde la callada sombra del olvido
duerme su agonía de interminables noches náufragas

Quiero pensar que tras la noche pronto encontraré
en este sortilegio dulce y extraño,
al reverso del día, tu nombre, desconocida,
con miel de esperanzas nuevas en los ojos,
temblando tras la pantalla de esta computadora
como si fueras otra y entonces volverás a cantar, a amar y llorar,
mientras te secas las lágrimas más amargas del beso en la agonía
que llena de sangre las bocas que furtiva saboreaste
en tu partida con el pañuelo del adiós, al amanecer,
recordando aquel otro sábado lejano
de Oviedo en el anden de la estación de las despedidas
y soñando con volvernos a ver
cuando escribíamos, sin saberlo, una pagina sin retorno.

Debo admitir, desconocida, que siempre seremos
ya dos sombras los que se bañarán en las aguas de esta lluvia que no cesa
pero que ni el tiempo, ni la distancia y ni siquiera tu nombre,
podrán hacerme olvidar este dolor tan poco virtual
de saberte ausente, imposible y aun necesaria. Siempre.

(IV version) 26/09/04


10/28/2011 | Escrito por: kenzo | Hora: 01:01|
0 comments


Vestía de negro - Kenzo Lewis

Vestía de negro

decían que era grande

parió un ratón.

10/06/2011 | Escrito por: kenzo | Hora: 22:06|
0 comments


Llega - Kenzo

llega un momento

que el hombre habla solo

es entonces cuando se da cuenta que está

y es un viejo

| Escrito por: kenzo | Hora: 22:00|
0 comments


Por las raices - Torso Ka

Por las raices

el dolor se incrusta en la sangre antigua

se enquista

abre grietas imperceptibles

que la muerte cierra.

| Escrito por: kenzo | Hora: 21:58|
0 comments


La espera. Kenzo


Me he comprado una motosierra

la afilo todas las noches, la cabruño,

la engraso.

Espero el día que llegue

que lo tire abajo

| Escrito por: kenzo | Hora: 21:37|
0 comments


Versos mutilados

A mi pueblo ha llegado un tren,

al abeto del jardín le han cortado las ramas

Mi jardín ya no tiene abetos, sino árboles mutilados.

En mi pueblo no hay estación de ferrocarril

| Escrito por: kenzo | Hora: 21:23|
0 comments