Correo de Náufragos |
De lirios y relámpagos & Cuando Leopoldo Panero destierra a Blancanieves del Paraiso
La noche se afilaba azul y súbita
hiriente y amenazadora como un puñal,
y bajo la cama
la noche era un incendio de relámpagos
tus ojos eran un incendio
la noche era azul y eléctrica
el cielo roto es un jardín estremeciéndose
contra los arboles
tus ojos eran negros y en una furia incontenible
danzábamos enaltecidos hasta el delirio
en un enredo de cuerpos desnudos
nos venció el furor del deseo
y perdimos el aliento como si el mundo
llegara a su fin en el minuto siguiente
ingrávidos, volatilizamos los besos
en un ave de rabiosos penachos de fuego,
y como si del último tren se tratase, tomamos impulso,
y heridos de muerte saltamos al vacío,
mientras, perdidos en la caracola del miedo rizamos el rizo
y del pánico hicimos un atavismo tan antiguo
como el miedo mismo.
Fue tan larga la tormenta
que el fin del mundo
se repitió hasta que caímos exhaustos
y los pájaros del deseo se durmieron
en tus pechos.Blancanieves Se Despide De Los Siete Enanos - Leopoldo Panero
Prometo escribiros, pañuelos que se pierden en el horizonte, risas que palidecen, rostros que caen sin peso sobre la hierba húmeda, donde las arañas tejen ahora sus azules telas. En la casa del bosque crujen, de noche, las viejas maderas, el viento agita raídos cortinajes, entra sólo la luna a través de las grietas. Los espejos silenciosos, ahora, qué grotescos, envenenados peines, manzanas, maleficios, qué olor a cerrado, ahora, qué grotescos. Os echaré de menos, nunca os olvidaré. Pañuelos que se pierden en el horizonte. A lo lejos se oyen golpes secos, uno tras otro los árboles se derrumban. Está en venta el jardín de los cerezos.0 comments
Reminiscencia - Cristina Peri Rosi
No podía dejar de amarla porque el olvido no existe
y la memoria es modificación, de manera que sin querer
amaba las distintas formas bajo las cuales ella aparecía
en sucesivas transformaciones y tenía nostalgia de todos los lugares
en los cuales jamás habíamos estado, y la deseaba en los parques
donde nunca la deseé y moría de reminiscencias por las cosas
que ya no conoceríamos y eran tan violentas e inolvidables
como las pocas cosas que habíamos conocido."
Diáspora" 19760 comments
El viaje definitivo - Juan Ramón Jiménez
... Y yo me iré. Y se quedarán los pájaros cantando;
y se quedará mi huerto, con su verde árbol,
y con su pozo blanco.
Todas las tardes, el cielo será azul y plácido;
y tocarán, como esta tarde están tocando,
las campanas del campanario.
Se morirán aquellos que me amaron;
y el pueblo se hará nuevo cada año;
y en el rincón aquel de mi huerto florido y encalado,
mi espíritu errará, nostáljico...
Y yo me iré, y estaré solo, sin hogar, sin árbol
verde, sin pozo blanco,
sin cielo azul y plácido...
y se quedarán los pájaros cantando.0 comments
Zorba el Griego
Zorba el griego es una película basada en la novela de Nikos Kazantzakis. Ganó tres Oscar, a la mejor actriz de reparto (Lila Kedrova), a la mejor dirección artística, y a la mejor fotografía, y fue nominada a otros cuatro, a la mejor película, al mejor director, al mejor actor principal (Anthony Quinn), y al mejor guión adaptado.
Nikos Kazantzakis, escritor y traductor griego cuya obra más conocida es la novela Zorba el griego, nació en Candia (hoy Heraclion), en la isla de Creta, y estudió en la Universidad de Atenas, donde obtuvo el título de licenciado en derecho. Tras terminar sus estudios se trasladó a Francia, donde estudió filosofía con Henri Bergson. En la década de 1930 viajó por Europa, Asia y África, y escribió numerosos libros en los que combinaba las descripciones de sus viajes con comentarios personales y filosóficos. La novela Zorba el griego (1946), de la que se hizo una famosa película, cuenta la historia de un anciano minero griego enamorado de la vida. Otra novela también conocida, Cristo de nuevo crucificado (1948), habla de la representación de la pasión de Cristo en un pueblecito griego. Publicó diversos libros sobre temas religiosos y filosóficos, entre los que destacan La última tentación de Cristo (1951), también llevada al cine en 1988.
¿Usted baila?, le pregunta el maduro y vital Alexis Zorba (Anthony Quinn) al joven escritor inglés Basil (Alan Bates). Al recibir una negativa, Zorba le advierte: Entonces retírese, que podría derribarlo. Inmediatamente el apasionado griego entra en una especie de trance e inicia una frenética danza con el apoyo de un grupo de músicos espontáneos y curiosos, hasta que, agotado, cae al suelo.
El personaje principal, hombre profundamente humano, Zorba, utiliza la danza como un acto, una metáfora, de su irrenunciable libertad. En el final de esta obra, el atribulado joven escritor le pide a Zorba que le enseñe a bailar, produciéndose una de las escenas más entrañables: los dos hombres inician una sencilla danza acompañados por las notas del Santuri en un crescendo musical, obra del músico griego Mikis Theodorakis.
queen0 comments
Jorge Meretta -Señal del Acertijo.
"La noche se repliega los espejos se evaporan
los cuerpos extienden sus fronteras gemelas
para encontrarse
en la gran confusión del sueño.
Nadie daría un beso
si no se quemara los labios."
Montevideo,19990 comments
Ella - Vicente Huidobro - De Ver y palpar
Ella daba dos pasos hacia delante
Daba dos pasos hacia atrás
El primer paso decía buenos días señor
El segundo paso decía buenos días señora
Y los otros decían cómo está la familia
Hoy es un día hermoso como una paloma en el cielo
Ella llevaba una camisa ardiente
Ella tenía ojos de adormecedora de mares
Ella había escondido un sueño en un armario oscuro
Ella había encontrado un muerto en medio de su cabeza
Cuando ella llegaba dejaba una parte más hermosa muy lejos
Cuando ella se iba algo se formaba en el horizonte para esperarla
Sus miradas estaban heridas y sangraban sobre la colina
Tenía los senos abiertos y cantaba las tinieblas de su edad
Era hermosa como un cielo bajo una paloma
Tenía una boca de acero
Y una bandera mortal dibujada entre los labios
Reía como el mar que siente carbones en su vientre
Como el mar cuando la luna se mira ahogarse
Como el mar que ha mordido todas las playas
El mar que desborda y cae en el vacío en los tiempos de abundancia
Cuando las estrellas arrullan sobre nuestras cabezas
Antes que el viento norte abra sus ojos
Era hermosa en sus horizontes de huesos
Con su camisa ardiente y sus miradas de árbol fatigado
Como el cielo a caballo sobre las palomas0 comments
César Pavese / Vendrá la muerte y tendrá tus ojos
Vendrá la muerte y tendrá tus ojos
-esta muerte que nos acompaña
de la mañana a la noche, insomne,
sorda, como un viejo remordimiento
o un vicio absurdo-. Tus ojos
serán una vana palabra,
un grito acallado, un silencio.
Así los ves cada mañana
cuando sola sobre ti misma te inclinas
en el espejo. Oh querida esperanza,
también ese día sabremos nosotros
que eres la vida y eres la nada.
Para todos tiene la muerte una mirada.
Vendrá la muerte y tendrá tus ojos.
Será como abandonar un vicio,
como contemplar en el espejo
el resurgir de un rostro muerto,
como escuchar unos labios cerrados.
Mudos, descenderemos en el remolino.
Versión de Carles José i Solsora- Tomado de http://amediavoz.com/pavese.htm.0 comments
Ernesto Cardenal - Al perderte
Al perderte yo a ti
tú y yo hemos perdido
yo porque tú eras
lo que yo más amaba
y tú porque yo era
el que te amaba más.
Pero de nosotros dos
tú pierdes más que yo
porque yo podré amar
a otras como te amaba a ti
pero a ti no te amarán
como te amaba yo.0 comments
Yiria Escamilla - Mujer en reloj
Sabemos que una mujer a las 12 de la noche,
aguardará en una oficina el llamado de un médico voyerista
que revisará los moretones en su seno ( cerquita del corazón ),
para que toque ( con permiso profesional)
el coraje de una vagina
violentada.
Por que ella ya no
guardará silencio
con camisas de cuello alto,
con maquillaje y con la compasión de las vecinas,
por que nadie cree que
la viole su marido.
Mientras, otra mujer,
a la misma hora,
esperará junto al teléfono
a que alguien
( un poco más sólo que ella)
con nombre falso
(también como ella)
se masturbe cuando finja
ser una rubia de 19 años
con pechos grandes, por 14 pesos el minuto.
Al cuarto para las 3 de la mañana
habrá alguna mujer que recueste
su cuerpo sobre otro
(igual o diferente),
evocará el primer rubor de su vestido
y esperará calurosa la llegada de un orgasmo.
Otra mientras tanto, se desvestirá de prejuicios
y camisones largos,
para acariciarse sola
y apaciguar la frigidez.
Una mujer bien peinada,
a las 5 de la mañana,
vestida con traje sastre y bolso en mano,
cuidará que sus medias no provoquen tanto
y estirará su falda;
esconderá su anillo y el sueño en su boca
y caminará presurosa por las calles,
antes de ser asesinada
por ese anillo y por ese bolso.
Al mismo tiempo, una mujer de tez morena
velará a sus muertos
juntará leña y valor, y maldecirá a los militares
( y a otros más cuyos nombres ya sabemos).
A las 6 una mujer despertará temprano, bañará los sueños diurnos
( a los nocturnos los dejará reposar otro poco)
confirmará que el espejo ha envejecido
( que eso de vestir santos no le acomoda),
y que le quedan pocos años para tener un hijo,
A la misma hora, unos minutos más o menos,
una niña jugará por obligación
con las muñecas,
aprenderá a estar callada
y se acostumbrará a poner la mesa,
a dejar la escuela,
a festejar sus quince años,
y esperar quien la mantenga.
Al medio día, una mujer de corta edad,
escapará de la última clase para entender
el amor con largos pasos,
con un poquito de pasto encima
y será feliz.
al mismo tiempo, una mujer, de cierta edad,
saldrá del trabajo con el cabello suelto,
recibirá un piropo por sus lindas piernas,
volteará indiferente la cabeza
y será feliz.
Sabemos que una mujer a las 2 de la tarde
recibirá a la oficialidad del amor,
le servirá la comida, ahogará los trastes
y sus quejas,
y recibirá el pago semanal por tener
la casa limpia,
por planchar las camisas,
y la entrada exclusiva para vaciarse
entre sus piernas.
Mientras, otra mujer encanecida por los tintes,
buscará en sus bolsillos
algunas miradas postizas,
cantará lo que dura un cigarrillo,
dejará de pensar, finalmente,
en los hijos y en los nietos,
y brindará con el televisor.
Entendemos, perfectamente,
que a las 3 en punto,
una mujer saldrá de la casa de su amante,
preguntándose por qué en la cama
( y en el piso)
ese hombre eyacula culpas y atavismos;
por qué habría que comprometerse,
casarse o tener hijos,
por que no simplemente se comparte
esa cama y ese piso.
Un poco más tarde, una mujer de más de 45,
deja los libros ( un segundo es suficiente),
y decide que valió la pena
apropiarse de su cuerpo,
correr a su compañero
(algunos besos son prescindibles) ,
ir al cine o al teatro,
y hacer con ello lo suficiente para olvidar
( olvidar un segundo solamente).
Muchas mujeres de 4 a 10 de la noche,
asistirán a la escuela o al trabajo
( a ambos también)
se sentirán complacidas que afuera llueva
y sabrán caminar sin que nada duela
( y sin paraguas).
Otras mujeres, mientras tanto,
en el mismo, horario verán la televisión
y maldecirán la interferencia en la pantalla
y a esa lluvia.
Una mujer, pasaditas de las 11,
escribirá un poema harto disidente
(había que completar 5 cuartillas),
pensará que la poesía le está negada
y se quedará dormida.
Y una mujer, exactamente a la misma hora,
leerá un poema ( mal rimado pero disidente)
pensará que a alguien se le ha negado la poesía
( pero habrá que revisar cinco cuartillas)
y dormirá también.0 comments
Los números imaginarios - Damián ibáñez
Nací en el 57
en el 68 tenia once años
y ya sabía sumarrestarmultiplicaryhastadividir
por todas las cifras
y empezaba a descubrir los numeros imaginarios
a fumar
y que pi era trescatorcedieciseis de memoria
pero aún faltaba mucho tiempo
para llegar a descubrir el 690 comments
Los seis dedos del Tarot - Lolita Hazed
Raúl tenía dieciséis años cuando una gitana muy vieja y muy sabia le leyó el tarot. Era una vieja que tenía una tienda cerca de su casa, en Luján. Vendía velas y todo tipo de yuyos para brujerías. Tenía una risa fácil y cascada y siempre llevaba coloridos pañuelos en la cabeza. Nadie sabía a ciencia cierta cuantos años tenía, pero le calculaban que estaba muy cerca del siglo.
Su biznieta, de unos 11 años, siempre estaba en la puerta de la tienda vestida como una pequeña "Esmeralda". Pollera de colorines y miles de collares de cuentas plásticas adornaban su cuello. Abuela y nieta tenían la misma risa y el mismo oscuro sentido del humor.
La mañana que Raúl fue a consultar a Madame Zora (era el nombre de la gitana), la pequeña Zunilda estaba saltando a la soga en la puerta de la tienda. Sus piecitos oscuros subían y bajaban con velocidad en un revuelo de faldas multicolores.
- Nena – dijo Raúl – ¿está tu abuela?
La chica dejó de saltar y con cara de pocos amigos, no le gustaba que la llamaran nena, le abrió la puerta de la tienda.
- ¡¡Abuela!! – dijo mirando hacia adentro – Te busca un... – se volvió a mirarlo – un nene.
Zunilda se corrió para que Raúl pudiera entrar en la tienda. Cuando entró le sacó la lengua y se fue con expresión seria y digna.
La vieja Madame Zora se acercó al mostrador apoyándose en un bastón retorcido. Miró a Raúl y le hizo una seña para que pasara a la trastienda. Allí había una mesa de tres patas con un mantel azul oscuro. En medio de la mesa se destacaba una caja color dorado.
- Bueno, m’hijito, vos dirás a que has venido...
- Quiero saber sobre mi futuro.
La vieja lo observó con expresión ladina. Agarró el mazo de tarot y comenzó a mezclarlo. Pidió a Raúl que lo rozara con la punta de los dedos.
Dividió las cartas en cuatro mazos y comenzó a levantarlas una a una con parsimonia.
- ... acá está el Loco... La Emperatriz...
- ¿Qué es lo que ve?
- Bueno, querido... esto significa que tendrás una vida larga y muy próspera. Vas a tener tu propio negocio y muchas mujeres dependerán de tus servicios.
La sonrisa de Raúl se amplió... se acercaban al tema que quería tocar desde el principio y no se animaba. La vieja bruja siguió hablando sobre el futuro brillante que le esperaba, pero no volvió a tocar el tema del amor.
Finalmente Raúl haciendo un esfuerzo logró vencer la timidez y preguntarle sobre lo que realmente despertaba su interés.
- Hace tiempo que salgo con una chica, es posible que le pregunte a las cartas...?
- ... es raro... no veo ninguna mujer en las cartas... Dejame que baraje nuevamente.
Nuevamente Zora mezcló las cartas de tarot con parsimonia y le sonreía a Raúl con expresión estática. Al joven esa vieja gitana arrugada y sarcástica lo ponía muy nervioso.
- Tocalas de nuevo, mi vida... las cartas son como mujeres muy mimosas - nuevamente la sonrisa sarcástica y huérfana de dientes.
Esta vez las repartió en forma de estrella. Se quedó un rato largo mirándolas sin decir palabra. Lo único que se permitió fue tamborilear los dedos sarmentosos sobre la mesa de espiritismo.
- M´hijito, veo una mujer... una mujer con seis dedos en uno de sus pies. Es la mujer de tu vida, así que cuando la conozcas, sabrás que es el amor de tu vida.
- Seis dedos... ¿existe algo así?
- En otra época la hubieran quemado por bruja, ahora lo más probable es que se opere... o no... cuando la veas lo sabrás. Además, el corazón nunca miente... siempre seguí tu corazón.
La charla se interrumpió. Zunilda entró a la tienda arrastrando los pies seguida de una cliente gorda y con un peinado alto.
Raúl le pagó y se fue pensando en las palabras de Madame Zora...
La vida tomó el carril que la vieja Zora le había anticipado. Recibió una herencia de un tío que tenía una pequeña estancia en Chubut. Su padre decidió que ese dinero sería destinado a su educación, que de otra manera nunca hubiera podido tener. Aunque no era muy brillante, decidió darle la razón al viejo y estudiar. Después de mucho análisis quiso ser podólogo.
- ¿Qué clase de estudio es ese? - gritaba el hombre, fuera de si - estudio es ser médico, abogado... ingeniero. No puedo creer que quieras andar hurgándole las patas a las personas.
- Es lo que quiero hacer... no me importa lo que vos pienses... y la herencia es mía, por lo que sé...
El padre no respondió, solo hizo un gesto vago con la mano.
- Es tu vida... no me importa lo que hagas con ella.
Las relaciones entre padre e hijo se enfriaron bastante después de esa áspera charla. A pesar de eso, el padre lo ayudó en todo e inclusive le consiguió un departamento en Buenos Aires.
El estudio se le dio fácil y más de una vez se acordaba de las predicciones de la gitana. El negocio propio casi lo tenía y cada vez que veía una mujer sentía la insaciable curiosidad de saber si tenía seis dedos en alguno de sus pies.
Las predicciones de la bruja se fueron dando una a una a lo largo de su vida. El consultorio que puso en el centro de Buenos Aires fue todo un éxito. Tenía más pacientes de los deseados y muchas veces tenía que derivar alguno a algún colega. Pero él seguía pensando en la misteriosa mujer de los seis dedos. Habían transcurrido casi veintidós años desde aquella visita a Zora. Alcanzó prestigio en su profesión y era respetado entre colegas y amigos. Inclusive su padre aceptó su equivocación. Lo único que realmente necesitaba era alguien con quién compartir su vida. Muchas mujeres pasaron por su vida, pero él igualmente esperaba a "ella".
Una tarde de enero el calor era agobiante. Raúl leía un libro, esperando a la próxima paciente. Una cómoda modorra se apoderó de él y los párpados cayeron pesados. Lo despertó su asistente, tocándole suavemente el hombro.
- Raúl, la chica... la nueva...
Él despertó sobresaltado. Atinó solamente a pasarse una mano por la cabeza para ordenar un poco su cabello revuelto. Miró a la mujer sin entender bien dónde estaba.
- ¿Cuál chica?
- La paciente nueva... la que te derivó Julia.
- ¿La problemática?
- Si, esa... y tiene una cara de pocos amigos.
- Hacela pasar.
Trató de recomponerse un poco e instaló en su cara su mejor expresión profesional. A la pequeña sala entró una joven que no llegaría a los veinticinco años. Cabello oscuro, como toda su ropa, que le daban una aspecto tétrico y bastante inapropiado para la época.
- ¡Hola...! – saludó él, sonriendo.
- Me llamo Clara. Mi podóloga es Julia, pero, como sabrás, salió de vacaciones.
- Si, me dijo que vendrías.
- ¿Comentó algo más...?
Raúl comenzó a sentirse molesto. Clavó la vista en Clara. Ella se sentó en el sillón y desnudó su pie derecho. Él no podía creer lo que veía. ¡Seis dedos!
- Sobre esto debería haberte comentado. Debido a esto uso botas en verano. Odio cada vez que uso sandalias se me queden mirando los pies.
Raúl comenzó a sentir miles de hormigas dentro de su cuerpo. Al fin había encontrado a la mujer de su vida. Pero, por que no oía campanas? O porque no veía luces de colores? De hecho, ella ni siquiera lo atraía físicamente.
Sin decir palabra, empezó su trabajo, envuelto en un mar de sentimientos encontrados. Clara tampoco tenía muchas ganas de hablar, cerró los ojos y se dejó hacer.
Una hora después ninguno de los dos profirió palabra. Raúl estaba demasiado confuso y Clara... bueno, a Clara nada le importaba demasiado. Necesitaba que terminara de una vez. Simplemente no podía soportar al tipo, le parecía un patán de lo peor.
Raúl hizo coraje y rompió el incómodo silencio.
- Casi termino. Creo que no dolió, no?
Ella se permitió una leve sonrisa.
- La verdad, muy bien, trabajas muy bien.
El hombre se sentía confuso como un adolescente. Los treinta y ocho años se habían ido por el caño.
- Me gustaría... no sé como decirlo... podrías...
- No entiendo, ¿qué querés de mí? – dijo ella, ya muy fastidiada.
- ¿Podrías aceptar una cena?
Una cruel carcajada cortó el ambiente.
- “Por favor, que no se ría de mí, por favor”... – rogó mentalmente.
- No me gusta hablar de mis preferencias sexuales, pero, bueno, como me pones las cosas así. Vivo con una mujer desde hace dos años, no me gustan los hombres.
Raúl sintió que la sangre se le agolpaba toda en la cara. La vergüenza fue tal que la boca se le selló. Clara fue benévola, se calzó las botas y salió. En la calle la esperaba su pareja.
- Abuela, ¿qué le dijiste al chico ese que salió?
- Sobre la mesa está la última tirada. A ver si aprendiste lo que te enseñé.
Zunilda se acercó a la mesa y estudió las cartas con atención.
- Acá dice que una mujer de seis dedos le hará el peor rechazo de su vida, que nunca se le acerque.
La vieja Zora se acercó a la mesita con paso desusado para su edad.
- ¡Niña, no mientas! – pero la anciana se quedó mirando las cartas.
- ¡Es verdad, me equivoqué yo! – rió con buen humor.
- ¿Qué hacemos abuela? Le avisamos...
- No hija... a esta altura ya se habrá olvidado. Por otro lado, ¿quién cree estas tonterías del Tarot?0 comments
Las tres de la tarde - Damián Ibáñez
Las tres de la tarde. Se sonrió pensando que era "la hora de comer”. Abrió con desidia el contenedor de la basura. Un fuerte golpe de olores insanos asaltó su estómago provocando una nausea contenida. Ya estaba acostumbrado a aquel combate. Aún se le hacía más insoportable aquel sol pesado del mediodía sobre su sucia y roída gabardina. Era primavera, quién lo diría. Necesitaba un baño. Su vista trabajó deprisa sobre el primer montón de desperdicios. Cuando necesitaba ayudarse de la vista era que ya iba necesitando despejar sus propios aromas corporales de encima. Con precisión descubrió en una esquina dos hermosos trozos de pimientos rojos, seguramente macerados en aceite y vinagre. Su estomago rugió como una enorme boca sin dientes, y sus dedos se abalanzaron aprisa sobre aquel preciado bocado. Estaban casi intactos, sin otros restos adheridos, apenas necesito pasarlos por la manga de su abrigo antes de llevarlos a la boca donde una sinfonía de jugos gástricos se aprestaban al festín de los sentidos. Por experiencia sabía que cerca rondarían un par de croquetas. La ancestral experiencia del carroñero que hay en todo hombre. La ciencia de la supervivencia. Las encontró rápido, entremezcladas con restos de lechuga aun fresca. No tardó nada en ser dueño de aquel par de tesoros, cuando se abrió la puerta del restaurante. Salió una pareja. Ella sonriente, él miró a ambos lados. Amantes, pensó. La morocha era hermosa, muy hermosa. Larga melena, unos ojos lívidamente tristes que trataba de ocultar treinta años respingándose por aquellas cautivadoras piernas que dejaba mostrar la generosa minifalda. El galán apretaba la factura dentro del bolso de su americana inquieto y excitado. Su gesto delataba que trataba de idear un modo de asaltar las ultimas defensas de aquella conquista. Dudaron que camino tomar. Ella apretó nerviosa el bolso entre sus manos. Unas manos largas, cuidadas, bonitas, y por un momento cruzó su mirada con la de Mario. Ambos tuvieron la misma vieja sensación de que “la sabía”. Milésimas de segundo que fueron una eternidad sintiendo que se conocían de toda la vida. Qué ojos de niña, qué mirada de princesa robada. Cuantas decepciones en el debe. Qué la llevó a aquel restaurante de segunda, apartado de miradas indiscretas y preguntas embarazosas. Mario aún tenía las croquetas en la mano. Se le había quitado el apetito. La belleza extermina el hambre de la mente, narcotiza los sentidos y la memoria. Difumina el pasado y tamiza el dolor invisible. Una ligera brisa corrió desperezándose por la acera. Y del fondo de la memoria regresó cabalgando al galope registros olvidados con amargura. No quiso seguir mirándola. Se dio la vuelta, pero las notas sinfónicas de la lavanda, la madreselva y la amaranta de aquel perfume, kenzo, permanecían en el aire mortificándole, como el regreso de las sombras del pasado que creía olvidado. Fingió que rebuscaba en el contenedor. Esperó que desaparecieran, como un mal sueño, pero seguía sintiendo su presencia a su espalda, indecisos ambos. Pudo calcular lo que estaba sucediendo en ese instante: él la tomaría del brazo con la suavidad de la serpiente y la susurraría al oído la dirección de unos apartamentos cercanos. Las tres y cuarto de la tarde, El sol hiriendo el asfalto mientras la muchacha de los lirios se pregunta por qué resistirse, porqué no abandonarse al engaño de unos abrazos prestados, queriendo olvidar la falsedad de los gestos evidentes. Nota como ella asiente, con gesto simulado de sorpresa, con el cansancio de quien conoce de sobra la rutina de las tardes de olvido y falsas promesas. Los siente perderse calle abajo, separados, guardando las apariencias del cobarde galán que hunde sus miserias en los bolsillos del gabán, indiferente a los sentimientos de esa bella desconocida de ojos acuosos y mirada opaca. Puede imaginar, porque lo ha vivido, la inquietante espera de esa llave que abre la puerta de esa habitación anónima, cuantos sueños se quedan afuera cuando se cierra tras ellos, y los hace esclavos del rito de sentirse sorprendidos cuando los dedos buscan el calor de la carne, mirando de reojo esa puerta, por si se abre y te descubren frágil y rendido, como se pierden en tierra de nadie los besos fugitivos, y el tiempo vuela indolente como una mariposa moribunda hacia ese tiempo del orgasmo que aplaque la fiebre del aquelarre de murmullos y fantasmas que habitan tras el muro de su soledad. Y el frío, el frío que habita en el vacío de cada uno, bajo el agua caliente de la ducha urgente que borre de la piel la huella de la entrega. Hurgando en el contenedor se encuentra con el pétalo de una rosa muerta de esplendor y se siente tentado a rozar su levedad, recordando otra piel, tan suave como aquella, que tanto amó, y una lagrima dibuja en su cara sucia el surco del dolor. Así es la vida. Sin ver a ese otro compadre que llega y apresurado recoge las croquetas que él tiró. Se miran. Descubriéndose la misma llaga en el fondo del corazón. La mirada ámbar. Se hablan sin hablarse, con la mirada:
–“Hay una vida mejor, solo que es mas cara”–, sonríen en silencio recordando la vieja frase.
–Ser libre tampoco resultaba barato, tiene su coste.0 comments
Giovanni Quessep - El ser no es una fábula
El ser no es una fábula. Este sol
que nos mueve en silencio incendia todo.
No somos inocentes? Cada sueño
tiene su duro encanto. Aquí la lluvia
perdió sus hadas y su blanca sombra,
aquí, a la orilla en que Dios está solo
como destino, en la noche del viento.
Vuelan tardes y frutos, ruedan cuerpos
por la luz en declive, por el agua.
Apenas recordamos la caída
donde la muerte se llenó de pájaros
y alguien gritó que el cielo es imposible.
Pero nosotros no queremos dar
el salto. Nos negamos a la dicha.
El ser no es una fábula, se vive
como se cuenta, al fin de las palabras.0 comments
Chantal Maillard - Y si te quiero abierto
Y si te quiero abierto
como el centro imposible de un mundo transparente,
si te quiero imposible, más allá de mis brazos
o la aurora que extiende un sueño en las tinieblas,
más abierto que el viento, más leve y más amante,
será porque mañana nos quisiera infinitos,
unidos como nieve a punto de ser agua.
Y es por eso que dejo resonar la memoria,
todas esas palabras de hilo que se enredan
en tu boca o la mía.0 comments
En nada. Microrrelato
La conocí en un bar, en el hotel le arranqué la blusa sin miramientos, la falda entallada, y al tiempo volaron los zapatos de tacón alto, las medias de seda y el liguero, las pulseras y los collares, el corsé, el maquillaje se desdibujó entre mordiscos y besos, y al quitarle los lentes... se quedó en nada.
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